*Es común encontrarse animales abandonados en las calles, quienes esperan una mano cariñosa que los quiera y se preocupen de su alimentación. Algunos tienen suerte, otros no.
Dra. Leonora Equivel Frías
Cofundadora de AnimaNaturalis Internacional
Al doblar la esquina vi un bulto pequeñito en la banqueta, al
acercarme vi que era un gato. No se movía, ni siquiera cuando estuve a
su lado. Eso me pareció preocupante: los gatos suelen echarse a correr
ante un desconocido, y más si viven en la calle. Una persona hablaba por
teléfono para ver si a una amiga suya le interesaba adoptarlo, pero no.
Entonces pensé: "no puede quedarse aquí, le va a pasar algo". Por aquel
entonces yo comenzaba recién a desenvolverme en el activismo pro
Derechos Animales y era novata en el tema de los rescates, pero esto era
una cuestión de sentido común. El animal iba a morir si se le dejaba en
la calle, alguien tenía que ayudarlo y yo estaba ahí en ese momento y
no podía darme la vuelta y seguir mi camino como si nada.
Corrí
a la tienda de la esquina y conseguí una caja de cartón, la pedí "para
el gatito que está en la esquina". Lo habían visto. "Ya lleva ahi mucho
rato", dijeron.
Me sorprendió que aun sabiendo su situación no hubieran decidido ayudarlo, siquera ofrecerle agua.
Lo tomé entre mis manos, más bien con una mano pues era muy pequeño y lo
coloqué en la caja. Tenía la frente cubierta por algo que parecía un
hongo y su ojo derecho estaba casi cerrado. No tenía pelo en esa zona.
Se sentía liviano y frágil, como si estuviera hueco.
El pronóstico de la veterinaria no era muy alentador. Tenía
deshidratación, parásitos, hongos y mucha mucosidad. Estaba débil y tal
vez no sobrevivía al tratamiento. Al ser un animal sin dueño, la
pregunta obligada era quién cubiría el costo de la hospitalización y el
medicamento. ¿Será eso lo que detiene a la gente para ayudar a un animal
en aprietos? Creo que renunciando a un par de salidas nocturnas o a
unos zapatos nuevos se puede hacer más de lo que se cree.
Dos días estuve al pendiente de su estado y al tercero mejoró. Era una
gatita y estaba anunciada en adopciones, pero nadie la quiso. Cuando el
único tratamiento faltante era untarle una pomada en la ceja, la
veterinaria me preguntó: "¿Qué vas a hacer con ella?" Había que decidir y
no veía muchas alternativas. "Yo la adopto", dije.
En casa estaba mi gato y no sabía cómo reaccionaría a su presencia. Al
principio fue hostil y territorial pero con el tiempo se hicieron
amigos, jugaban, se lamían y dormían uno al lado del otro. Fuimos una
familia durante 10 años. Incluso nos cambiamos de país. Nada me detuvo
para que los 3 estuviéramos juntos.
No entiendo a la gente que se cambiá de domicilio y da en adopción al
perro o al gato. ¿acaso dejarían a sus hijos porque es caro pagarles el
pasaje de avión? Tampoco estoy de acuerdo con los reglamentos de
condominio donde se prohibe tener animales no humanos. Los bebés y niños
pequeños pueden ser más molestos por sus llantos y gritos y no por ello
están prohibidos. Esto orilla a que la gente se deshaga de sus animales
de compañía.
Mi gatita murió hace unas horas. Aún siento el vacío físico que dejó,
pero confío en que está en un lugar mejor. Le di lo que pude darle. Un
hogar cariñoso, comida, vacunas, atenciones, compañía. Seguramente ella
me dio más que eso. Me habría gustado ofrecerle un jardín con árboles
donde trepar, pero no usé de pretexto el hecho de vivir en departamento
para adoptarla. Los animales de compañía necesitan un hogar más que su
libertad porque en las calles no hay condiciones favorables para una
supervivencia digna. Es lo mejor que podemos ofrecerles.
El duelo no me detendrá tampoco para adoptar otra gata. Mucha gente
decide no convivir más con animales a raíz de una muerte pues no quieren volver a pasar por ese dolor.
Yo estoy viviendo ese dolor, la extraño, pero tampoco usaré eso como
excusa para darle la oportunidad a otro habitante de la calle. Mi
próxima gata también será esterilizada para evitar nacimientos
indeseables, porque luego no hay dónde colocar a las crías.
Mi
gatita no hacía cosas extraordinarias, era simplemente un animal sin
hogar que -como todos- merecía una vida mejor y yo intenté dársela. Como
ella, hay miles de gatos y perros esperando ser adoptados. Dejemos a un
lado las preferencias de razas. Ayudemos a esos animales que vagan en
las calles, que han sido atropellados, heridos, que están enfermos, que
alguien abandonó. Busquemos en refugios, en redes sociales, en
veterinarias. Siempre hay animales por adoptar.