jueves, 28 de mayo de 2009

La vida de Toby:cambio de domicilio



*En esta ocasiòn, Toby nos relata su "cambio de domicilio" desde dormir en la cocina al patio, en una linda casa para èl.


Ofrecí, en el lejano pasado, contar de la confección de la casucha y el cambio de domicilio de Toby. ¡Qué ejemplo de inhabilidad! Tabla que iba a usar de largo la cortaba de ancho, tabla perdida; la próxima vez no me va a pasar,… y pasaba. El serrucho (Le tomé tan mala voluntad que deseo escribirlo cerrucho) se negaba a ir por la raya trazada. y el martillo, lindo él, andaba mucho más cerca de mis dedos que de la cabeza del clavo. Guárdese sus gestos de conmiseración, no siempre fui así. Hará algo como veinte o más años hice una casa para la ina; vaya, entró otro personaje al cuento. Se trata de otra ina, la auténtica, legítima y primera, dobermann de alcurnia y prosapia, hija, nieta, biznieta y mas aún de dobermanns. No se le autorizó matrimonio porque sus pretendientes fueron siempre dobermanns de clase media baja, con poquísimo futuro. Por no haber dado lactancia, hubo cáncer a las mamas y murió a los once años de edad. Contradijo la fama de bravura de su raza; si hubieran entrado ladrones a la casa los habría aburrido con sus juegos y caricias. Su aspecto inspiraba respeto, la sacaba a la calle con una cadena capacitada para dobermanns, las personas se alejaban prudentemente y los perros huían. En una oportunidad se escapó a la calle sin cadena, se limitó a saltar a la vereda de enfrente donde estaba una quiltra pequeñita, blanca con manchones negros, no era una perra ordinaria, era una ordinariez perruna que no solo no huyó, no le demostró temor, se levantó y caminó al lado de la ina como si de antiguo fueran amigas. Fallaron los intentos de colocarle nombre, a la voz de “ina” llegaban las dos y a la de “quiltra fea” también se presentaban ambas.

En dos oportunidades la ina primera en la época en que le habría correspondido parir después de un celo su instinto maternal la hacía buscar afanosamente por un par de días los cachorros que de acuerdo al ciclo natural debiera haber parido y en la búsqueda ponía especial cuidado en la revisión de la casucha de la quiltra y esta, visiblemente molesta por la desconfianza le plantaba la cara, mostraba dientes y gruñía. Las dos veces la quiltra debió ser suturada de heridas grandes y profundas en la testa. Pasado el incidente la dobermann mostraba su arrepentimiento y trataba a su amiguita con lengua de seda.

El cáncer abultó sus mamas feamente y debió improvisarse un sostén que usaba gran parte del día; cuando consideraba que bastaba de tratamiento se metía en medio de unas matas de crateus y ahí lo dejaba enredado. Después de su muerte la quiltra ahora propietaria única del nombre ina, durante muchos meses pasó horas echada diariamente sobre la sepultura, presumiblemente esperando que su amiga saliera de ese lugar.

Todo lo relatado para narrar que a cada ina en su oportunidad fabriqué sendas casuchas y la de la dobermann fue regalada a su muerte. La confección, recuerdo, fue trabajo fácil y grato. Volvemos a la de Toby. Después de torpeza tras torpeza quedó terminado el armatoste, lo miré a contraluz y cada juntura de tablas permitía su paso, valiente protección contra el frío; ingenié soluciones, no me pregunten cuales, se trata de secretos de estado. El techo exige mención aparte, dos junturas, no, no, dos aproximaciones de tablas que iban a permitir el libre paso de la lluvia, ¿Se imaginan un perro durmiendo bajo una ducha lineal? Adquirí en ferretería una tela sintética impermeable que prometía durabilidad y empecé a estudiar que cortes debía hacerle y como fijarla, por alguna razón no hice cortes ni intenté pegarla, decidí esperar una visita de Evelyn y ella me preguntó dulce y suavemente ¿Quiere hacer cortes para permitir el paso de agua? Ordenó: sujete aquí tatita y con una engrapadora se hizo el pino gastándome los corchetes., como la tela alcanzaba para cubrir además la otra casucha quedaron las dos a prueba de temporales grados muchos.

Coloqué el palacete al lado del de la ina y ¡zas! Toby se metió adentro, aún era un cachorrito, recorrió su interior observando piso, techo y paredes y demostró estar enterado de que se trataba, se echó, se estiró y encogió, se volvió para quedar cabeza adentro y traste hacia la salida, se acostó atravesado y finalmente salió y mordió mis pantalones. Todo perfecto y el no volvería a dormir en la cocina, era su decisión. Faltaba el colchón. Ubiqué una frazada recién comprada el año 1948, algo desteñida y con algunas desgarraduras y agujeritos, la doblé al tamaño apropiado y le pasé unas pocas puntadas usando una pitilla y aguja de coser sacos. Casi me quedó como un Rosen o un CIC. Lo coloqué, nueva inspección y aprobación de Toby. Era mi día de suerte. Al anochecer ina se metió en su casucha, tenía mis dudas porque había entrado un par de veces a revisar la de Toby y temía una apropiación indebida, no fue así porque el ingenuo cachorrito a la intrusión respondió con su propia inspección de la casa ajena advirtiendo que “donde las dan las cojen”.

A fines de abril hubo una lluvia larga y abundante, en la noche antes de meterme en cama eché una mirada a los perros, lo hago a través de una ventana y alumbro con linterna, me llevé la sorpresa de encontrarlos en habitaciones cambiadas y durmiendo profundamente Era muy tarde y lloviendo para entrar en nocturnas investigaciones, mañana van a ver no más Al otro día vi.
El piso de la casucha de la perra hecho con un grueso tablero de madera aglomerada con los años y las lluvias perdió cohesión, las astillas que lo componían estaban abandonando su lugar, también en un proceso de años y ya estaba por producirse un hoyo que iba a depositar a la ina en el pavimento, bajo la casucha, donde corría el agua lluvia. Supongamos humanos en esta situación: Ella tiene que ver que su piso está por hundirse, deducir que el peso de él es menor lo que aleja el peligro de hundimiento, tiene que comunicárselo, convencerlo y proponer el cambio, el tiene que aceptarlo y estudiar en su nueva habitación en que rincón estará libre de peligro, el hoyo se está generando en el centro, y dormirse tan profundamente como lo hacía cuando lo alumbré con la linterna.

¿En que forma realizaron este proceso una vieja quiltra y un cachorro de cuatro meses? Algunas personas me informan muy seguras: El instinto. ¿Dónde venderán instinto para comprar muchas toneladas y repartirlo entre los humanos? Yo me quedaría con cuanto pudiera.

Actualmente ellos intercambian recámaras, nunca se donde está quien.

La vida de Toby:compitiendo por los caquis


*Toby, èsta vez, nos cuenta su experiencia en torno a los caquis.


Ustedes están ya enterados de que mi umbroso bosque tiene un caqui cuyos frutos son indiscutible propiedad de gorriones, los mirlos llegan nada más que a dormir y no disputan los caquis ni los nísperos en el verano.

Evelyn decidió en forma absolutamente dictatorial que los caquis no corresponderían a gorriones alados sino a uno bípedo, su padre; para ella decidir y actuar son una misma cosa, se agenció una canastita de mimbre y a recolectar caquis se ha dicho. Muy pronto había cogido todos los que estaban al alcance de su mano y comenzó a dar saltitos y manotazos al aire alcanzando a veces a tomar un caqui muy desprevenido pero la mayor parte de las veces botándolos al suelo lo que establecía una mezcolanza de gritos, órdenes “suelta Toby, perro condenado”, ladridos, risas, mordiscos. Se restablecía el orden cuando el perro conseguía tragar su caqui o Evelyn echarlo al canasto. Llevé cuidadoso recuento de resultados y todo terminó en un honroso empate. Como no quedan frutos accesibles a saltitos Evelyn trajo una silla y la contienda entablada por echar caquis al canasto o tragárselos cambió a competir, hidalgamente, por ocupar espacio en la silla. Cuando estaban una caída por lado proporcioné a Evelyn una escalera de tijeras y Toby debió gastar su energía y entusiasmo en resolver el problema de pasar del primer peldaño al segundo. ¡Menuda Empresa! Sin embargo la escalera tampoco fue solución porque solo podía coger los que quedaban al alcance de sus brazos y optó por bajarse y sacudir el árbol. La lluvia de caquis hizo la felicidad de los dos recolectores pero muy pronto Evelyn reconoció que estaba en desventaja, Toby se multiplicaba y mordía simultáneamente cuatro caquis en cuatro lugares distintos y el pobre perrito malo fue destinado al encierro hasta cuando los caquis estuvieron todos encanastados. Prepotencia humana. Desconocimiento de los derechos caninos.

Evelyn me contó después que don Ramón estaba “cacheteándose” con la fruta dulce, sabrosa y jugosa.