*Toby, èsta vez, nos cuenta su experiencia en torno a los caquis.
Ustedes están ya enterados de que mi umbroso bosque tiene un caqui cuyos frutos son indiscutible propiedad de gorriones, los mirlos llegan nada más que a dormir y no disputan los caquis ni los nísperos en el verano.
Evelyn decidió en forma absolutamente dictatorial que los caquis no corresponderían a gorriones alados sino a uno bípedo, su padre; para ella decidir y actuar son una misma cosa, se agenció una canastita de mimbre y a recolectar caquis se ha dicho. Muy pronto había cogido todos los que estaban al alcance de su mano y comenzó a dar saltitos y manotazos al aire alcanzando a veces a tomar un caqui muy desprevenido pero la mayor parte de las veces botándolos al suelo lo que establecía una mezcolanza de gritos, órdenes “suelta Toby, perro condenado”, ladridos, risas, mordiscos. Se restablecía el orden cuando el perro conseguía tragar su caqui o Evelyn echarlo al canasto. Llevé cuidadoso recuento de resultados y todo terminó en un honroso empate. Como no quedan frutos accesibles a saltitos Evelyn trajo una silla y la contienda entablada por echar caquis al canasto o tragárselos cambió a competir, hidalgamente, por ocupar espacio en la silla. Cuando estaban una caída por lado proporcioné a Evelyn una escalera de tijeras y Toby debió gastar su energía y entusiasmo en resolver el problema de pasar del primer peldaño al segundo. ¡Menuda Empresa! Sin embargo la escalera tampoco fue solución porque solo podía coger los que quedaban al alcance de sus brazos y optó por bajarse y sacudir el árbol. La lluvia de caquis hizo la felicidad de los dos recolectores pero muy pronto Evelyn reconoció que estaba en desventaja, Toby se multiplicaba y mordía simultáneamente cuatro caquis en cuatro lugares distintos y el pobre perrito malo fue destinado al encierro hasta cuando los caquis estuvieron todos encanastados. Prepotencia humana. Desconocimiento de los derechos caninos.
Evelyn me contó después que don Ramón estaba “cacheteándose” con la fruta dulce, sabrosa y jugosa.
Ustedes están ya enterados de que mi umbroso bosque tiene un caqui cuyos frutos son indiscutible propiedad de gorriones, los mirlos llegan nada más que a dormir y no disputan los caquis ni los nísperos en el verano.
Evelyn decidió en forma absolutamente dictatorial que los caquis no corresponderían a gorriones alados sino a uno bípedo, su padre; para ella decidir y actuar son una misma cosa, se agenció una canastita de mimbre y a recolectar caquis se ha dicho. Muy pronto había cogido todos los que estaban al alcance de su mano y comenzó a dar saltitos y manotazos al aire alcanzando a veces a tomar un caqui muy desprevenido pero la mayor parte de las veces botándolos al suelo lo que establecía una mezcolanza de gritos, órdenes “suelta Toby, perro condenado”, ladridos, risas, mordiscos. Se restablecía el orden cuando el perro conseguía tragar su caqui o Evelyn echarlo al canasto. Llevé cuidadoso recuento de resultados y todo terminó en un honroso empate. Como no quedan frutos accesibles a saltitos Evelyn trajo una silla y la contienda entablada por echar caquis al canasto o tragárselos cambió a competir, hidalgamente, por ocupar espacio en la silla. Cuando estaban una caída por lado proporcioné a Evelyn una escalera de tijeras y Toby debió gastar su energía y entusiasmo en resolver el problema de pasar del primer peldaño al segundo. ¡Menuda Empresa! Sin embargo la escalera tampoco fue solución porque solo podía coger los que quedaban al alcance de sus brazos y optó por bajarse y sacudir el árbol. La lluvia de caquis hizo la felicidad de los dos recolectores pero muy pronto Evelyn reconoció que estaba en desventaja, Toby se multiplicaba y mordía simultáneamente cuatro caquis en cuatro lugares distintos y el pobre perrito malo fue destinado al encierro hasta cuando los caquis estuvieron todos encanastados. Prepotencia humana. Desconocimiento de los derechos caninos.
Evelyn me contó después que don Ramón estaba “cacheteándose” con la fruta dulce, sabrosa y jugosa.
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